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Clave de un gobierno autoritario: el miedo y la intimidación

“El poder verdadero es el miedo”

Donald Trump

La Real Academia de la Lengua , en su acepción más sencilla, define el miedo como la “angustia por un riesgo o daño real o imaginario”. Tiene su origen en el término latino metus, caracterizada, por atormentar las personas que lo interiorizan.

Asimismo, si se instrumentaliza, es un arma poderosa para el control personal y social, muy en especial, cuando desde el Poder se proyecta imágenes, mensajes, y disposiciones con este propósito.

En este caso, estamos ante un recurso que conocemos como intimidación.

Aunque ha vuelto a resurgir en estos tiempos, la intimidación nos ha perseguido como maldición gitana, desde la formación de la República. La persecución contra Los Trinitarios, las infamias contra Duarte, la imposición por la fuerza del artículo 210, a la Asamblea Constituyente. Los actos de barbarie contra “Los Gavilleros”, contra Cayo Báez y Gregorio Urbano Gilbert, durante la ocupación iniciada en 1916. El asesinato físico, y el sicariato moral contra los disidentes en el foro público de la tiranía Trujillista. Estos lastimosos hechos nos obligan a revisar nuestra historia, y a estar vigilantes, para que no se repitan. Pero acontecimientos recientes nos animan a presentarles esta reflexión.  

Balaguer y Trujillo

En la obra Memorias de un Cortesano, Joaquín Balaguer escribe: “Trujillo no sólo sojuzgó la voluntad, sino el pensamiento mismo de sus conciudadanos”. Describe al déspota como persona de precaria formación cultural, como un ególatra, con una visión de sí mismo y del destino, considera que éste no puede ser medido con la misma vara que los demás mortales.

Destaca que los rasgos más comunes de la tiranía, fueron “la supresión de las libertades públicas, el desprecio por la vida humana, el asesinato político, sustituido a veces por el presidio o el destierro del adversario, constituyen las piezas maestras de esa maquinaria de terror que erige el mantenimiento del orden en la razón suprema del Estado”.

Sin embargo, en sus gestiones de Gobierno, no asumió las abominaciones contra Trujillio. En los Doce Años (1966-1978) se hizo presente la violencia militar y carcelaria, las limitaciones de las libertades públicas y la censura a los medios de comunicación.  

“ESTOS GOBERNANTES OBVIARON QUE EL EJERCICIO DE LA FUNCIÓN PÚBLICA ES POR Y PARA SERVIR AL PUEBLO”

Esa cultura autoritaria, auspiciada desde el Estado, fue moldeando la sociedad, creando en la población una apariencia de inmunidad.

Pese a ello, nos hemos impuesto a todas estas formas de dominación, con nuestra decisión inquebrantable de transitar por la via democracia.

Resistimos la ocupación norteamericana de 1916. Despertamos del letargo trujillista. En el 1965 exigimos la vuelta al Poder de Juan Bosch, y la Constitución del 1963. Transformamos en Guerra Patria la Revolución de Abril, y enfrentamos con dignidad los 12 años de Balaguer.

Estos gobernantes obviaron que el ejercicio de la función pública es por y para servir al pueblo. Que el Poder debe estar regulado y controlado. Que es consustancial a este sistema, la existencia de límites legales, en el entendido de que una democracia en que el gobernante no distingue, lo bien hecho, de lo mal hecho, y no respeta los límites y controles existentes, no es valorada como tal. Como afirma Saúl López Noriega, “en el momento en que el poder logra desbordar los diques institucionales, entonces la libertad está a un paso de desaparecer”.

Un buen gobernante debe ver luces verdes y rojas  

Para Giovanni Sartori, lo más preocupante, “es que la fabricación masiva de leyes acaba por poner en peligro el otro requisito fundamental del derecho: su certeza.

La certeza no consiste solo en una relación precisa de las leyes, ni en el derecho de que sean leyes escritas; es además la certeza de futuro de que las leyes serán duraderas.

Duraderas, sin duda, en el sentido y hasta tal punto que un mandato legal es tal precisamente porque permite a los destinatarios de sus preceptos planificar el curso de su vida, conocer dónde están situadas las luces rojas y verdes”.

Anonadados e incrédulos, vemos cómo cada cuatro años quieren barrer lo que Sartori define como un requisito fundamental del derecho: la certeza. Cómo irrespetan la Constitución de la República, los acuerdos, las leyes, los pactos; siempre para beneficio de un pequeño grupo, o facción política. Cómo abandonan los valores y principios personales, familiares, políticos y democráticos; la verdad, la firma, la palabra dada, el juramento, el honor… en fin, la convivencia social y política. Cómo el “ejercicio de la democracia” se reduce a negocios y conveniencias.

Rememoramos las palabras de Bertolt Brecht, alertando a los indiferentes e impasibles, frente a los abusos y atrocidades de los gobiernos autoritarios, concluyendo con aquella famosa frase: “Ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde”.

El peligroso camino que estamos transitando

De los acontecimientos recientes, en las instancias del Poder, se vislumbra cierta deriva autoritaria preocupante.

En abril del 2017, el ministro de Interior confesó que espiaba a grupos sociales que protestaban contra la corrupción y la impunidad.

¡Nada pasó! Más reciente, frente a todos los Poderes del Estado, y el país, violando la Constitución, las leyes y los reglamentos, una instancia del Poder Ejecutivo, admitió perseguir a la magistrada Miriam Germán.

Días después, el Listín Diario reseñó que en solo un año, 18,000 personas fueron víctimas de escuchas telefónicas ilegales, invadiendo su intimidad.

Adversarios políticos son víctimas de campañas de descrédito, a veces con nuestra morbosa participación u omisión. El caso de mayor relieve, ha sido el uso de un confeso narcotraficante contra un ex – presidente de la República.

Comerciantes dicen ser perseguidos fiscalmente. Empleados y funcionarios cancelados o amenazados por no entrar al redil de la facción gobernante, y advertidos por la hermana del Presidente, que están obligados a ser reeleccionistas.

El grupo económico gobernante, entiende que su Presidente, en una vieja usanza balaguerista, debe permanecer en el Poder para siempre, o lo que es lo mismo, “que mientras respire, nadie aspire”.

Que sólo puede ser sustituido por  quién él considere, como hacía Trujillo. Incluso, el propio gobernante ha dicho que está dispuesto a “pagar cualquier precio”.

“EL MINISTRO DE INTERIOR CONFESÓ QUE ESPIABA A GRUPOS SOCIALES QUE PROTESTABAN CONTRA LA CORRUPCIÓN Y LA IMPUNIDAD”

Esta reflexión nos lleva de nuevo a Europa, al maestro Sartori, recriminando a los italianos: “Lo segundo que básicamente nos preocupa, es que una vez que estemos habituados al dominio de los legisladores el gubernaculum se libera vis-á-vis, la iurisdictio.

Lo que implica la factibilidad de la supresión legal de la legalidad constitucional.

Cuando el fascismo se instaló en el Poder el tránsito se produjo tranquilamente, casi inadvertidamente, y, a decir verdad, con una pequeña ruptura de la continuidad.

Sucedió una vez y puede suceder de nuevo”.

La comunidad política, medios de comunicación, la sociedad civil; ante el discurrir de los tumultuosos acontecimientos, se apartan por creer que lo que está en discusión es el predominio del ego de una o dos personas. No se están dando cuenta, que poco a poco, sutilmente, subrepticiamente, nos empujan, de manera peligrosa, a la democracia dominicana a un abismo….

Y como lo describió el politólogo que citamos al cierre, si lo aplicamos a nuestra realidad, dolorosamente, ¡Ha sucedido otras veces, y puede volver a suceder !

El autor es miembro del Comité Central del PLD.

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